Frederick era un ratón de campo que mientras que sus hermanos almacenaban el trigo para el invierno, él se dedicaba a recoger rayos de sol para los días fríos, o recolectar colores para los días grises. Otro día le preguntaron qué hacía y él contestó: Recogiendo palabras.
Cuando llegó el invierno y se iban quedando sin comida, le preguntaron a Frederick por sus provisiones:
-Ahora os envío los rayos de sol, ¿Sentís su dorado aliento? Y así les habló de las rojas amapolas en los trigales amarillos y del verde de las hojas de los arbustos.
-¿Y las palabras?, le preguntaron
Y él les iba diciendo:
-¿Quién esparce la nieve? ¿Quién pinta de gris los días, quién los hace bellos? ¿Quién siembra la primavera con hojas de trébol?
Leo Lionni nos expresó en Frederick la bella metáfora de un mundo en el que las palabras son necesarias.
Rotondas, jardines, polideportivos, bares, centros comerciales... ¿Y los libros? ¿Quién los añora? ¿Qué es una ciudad sin bibliotecas? ¿De qué nos alimentamos cuando el frío nos hiela por dentro y por fuera?
Una ciudad con libros, con poetas, con Ferias del libro llenas de gente. Una ciudad culta, luminosa porque sabe expresarse, rica en conversaciones.
Una historia interminable que nunca muere porque vive en los libros.
